En cierta ocasión
los sirios, que salían a merodear, capturaron a una muchacha israelita y la
hicieron criada de la esposa de Naamán. 2 Reyes 5:2.
Antes de llorar por
escasa suerte o porque todo sale mal, piensa en la historia de esta muchacha
esclava. La Biblia no cuenta su historia con lujo de detalles, apenas le dedica
un par de versículos.
Esta niña no
formaba parte de un ejército ni nada de eso. Solo estaba en el lugar y en el
momento equivocados: justo allí donde un grupo de sirios merodeadores que se
dedicaban al pillaje. Ella era inocente. No tenía ninguna culpa. No había hecho
nada malo. Y ahora era esclava.
Lo cierto es que la
muchacha termina siendo esclava en la casa de uno de los jefes militares del
ejército enemigo de su pueblo. Ella tenía sobrados motivos para quejarse, para
estar amargada, para protestar por su injusto encierro… Tenía motivos para
odiar a Naamán y a su pueblo.
¿No sería esa tu
reacción natural? Creo que sí sería la mía. Yo no merezco esa situación;
reacciono de tal manera que todo el mundo (y Dios también) sepa que fue
injusto. Frente a la injusticia, no estoy sonriendo; frente a la injusticia, no
estoy buscando la manera de ayudar a aquel que fue injusto conmigo. Pero la
muchacha es bondadosa con Naamán y le ofrece la solución a su problema.
En nuestra vida
espiritual estamos en la misma situación. Somos minoría, en un mundo en el que
quedamos desacomodados. Somos presionados por fuerzas enemigas que buscan
destruirnos. Somos atacados –física, psicológica y espiritualmente– todos los
días, por todos los flancos.
Nosotros tenemos
que decidir qué posición vamos a tomar. Podemos elegir cerrarnos, quejarnos,
protestar y pedir por la destrucción de nuestros enemigos; o como esta muchacha
esclava, podemos mostrar que tenemos algo diferente para ofrecer.
La muchacha, en la
peor situación, cuando vio el problema que atormentaba a sus amos, no disfrutó
de la circunstancia ni se alegró porque la lepra fuese una especie de “dulce
venganza”. No. Ella le mostró una solución. Mejor dicho, le mostró la mejor
solución: le mostró a su amo pagano al verdadero Dios.
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