miércoles, 23 de septiembre de 2015

Aceptación Incondicional

"A mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. No temas, porque yo estoy contigo" Isaías 43:4, 5.

Según Cari Rogers, el problema que interfiere en nuestra autenticidad, o congruencia, es que hay un punto en la vida en el que empezamos a dejar que la “mirada del otro” pese más en nosotros que nuestro propio fuero íntimo, porque no podemos soportar la desaprobación de los demás.

Entonces, el camino de la sanidad interna, del retorno a la autenticidad, será aprender a aceptarnos a nosotros mismos incondicionalmente y aprender a aceptar a los demás de esta manera.

Esto no significa aprobar todo tipo de conducta, sino que nuestro valor como seres humanos, dignos de amor, respeto y valoración, está más allá de lo que hagamos, de nuestras equivocaciones, y aun de nuestras caídas graves. Somos dignos de aceptación, como seres humanos, por el simple pero trascendente hecho de que somos hijos de Dios; criaturas creadas a su imagen y semejanza; sustentadas permanentemente por su amor; y, lo que es más importante, consideradas tan valiosas por Dios que por amor a nosotros entregó a su propio Hijo amado.

Aceptación incondicional, para ti y para los que te rodean, significa que no haces depender de los logros (académicos, laborales, artísticos, deportivos, etc.), de la belleza, de la competencia, de las habilidades, y ni siquiera de la perfección del carácter y la conducta, tu valoración y aceptación de ti mismo y de los demás. Por el contrario, comprendes que cada ser humano es un tesoro por descubrir, que encierra una apasionante y conmovedora microhistoria dentro de la historia, llena de alegrías y dolores, de triunfos y fracasos, de heroísmos y miserias.

Como has aprendido a aceptar tu condición falible, tus polaridades (hay en ti aspectos muy luminosos, pero también sombríos), y sabes que no eres perfecto, has aprendido a quererte como eres. Solo hay un Juez supremo, que te conoce y te comprende desde antes de tu nacimiento, y ese conocimiento y comprensión que tiene de ti lo mueve a tenerte misericordia en tu condición caída y falible, y a amarte conmovido de compasión (lee Sal. 103; 139).

EL TESORO ESCONDIDO
Por: Pablo M. Claverie

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