¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío. Salmo 42:5
Debemos diferenciar entre la depresión clínica, que es una
enfermedad que debe ser tratada profesionalmente, mediante la intervención de
distintos profesionales de la salud mental, y aquellos momentos de desánimo que
todos tenemos en la vida.
Algunos reveses de la existencia, como la pérdida de
un ser querido, una crisis conyugal o en una relación de pareja, la pérdida del
empleo, grandes pérdidas económicas, el haber sufrido violencia y crimen, etc.,
pueden hundirnos momentáneamente en momentos de gran desánimo y abatimiento, y
es natural que reaccionemos frente a estas situaciones con tristeza y momentos
de dolor. Incluso hasta factores tan “triviales” como la baja presión
atmosférica, la anemia, las defensas bajas o el estrés pueden conducirnos a un
estado de ánimo bajo.
Si hoy te sientes desanimado, abatido, deprimido, apático,
indiferente, desganado, no dejes de acudir a Dios mediante la oración sentida y
reflexionando en su Palabra, en su mensaje de amor.
Echa mano de cuanto recurso
espiritual puedas hallar. Asiste a una iglesia, a un grupo de reflexión bíblica
u oración. Busca algún buen consejero espiritual y, de ser necesario, a un buen
profesional de la salud mental; personas que puedan escucharte, comprenderte y
estimularte a salir adelante.
Pero, por sobre todas las cosas, no te entregues
a la desesperación. Con Dios, siempre hay una salida, siempre hay una solución,
porque es el Ser omnipotente, que tiene mil maneras de ayudarte que ni te
imaginas. Como diría Elena de White: “Guardaos de dar pasos desesperados. La noche
más oscura pasará sin tan solo esperáis hasta mañana”.*
Por: Pablo M. Claverie
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