sábado, 24 de octubre de 2015

Depresión

¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío. Salmo 42:5

Debemos diferenciar entre la depresión clínica, que es una enfermedad que debe ser tratada profesionalmente, mediante la intervención de distintos profesionales de la salud mental, y aquellos momentos de desánimo que todos tenemos en la vida. 

Algunos reveses de la existencia, como la pérdida de un ser querido, una crisis conyugal o en una relación de pareja, la pérdida del empleo, grandes pérdidas económicas, el haber sufrido violencia y crimen, etc., pueden hundirnos momentáneamente en momentos de gran desánimo y abatimiento, y es natural que reaccionemos frente a estas situaciones con tristeza y momentos de dolor. Incluso hasta factores tan “triviales” como la baja presión atmosférica, la anemia, las defensas bajas o el estrés pueden conducirnos a un estado de ánimo bajo.

 El depresivo siente que ya no hay salida, que no hay horizonte para su existencia. Pero el cristiano sabe que con Dios siempre hay una salida, que con él siempre hay esperanza. Puede ser que momentáneamente sus sentimientos no le permitan ver la luz de Dios, pero sabe que Dios está allí y que tarde o temprano se revelará para sacarlo del pozo.

Si hoy te sientes desanimado, abatido, deprimido, apático, indiferente, desganado, no dejes de acudir a Dios mediante la oración sentida y reflexionando en su Palabra, en su mensaje de amor. 

Echa mano de cuanto recurso espiritual puedas hallar. Asiste a una iglesia, a un grupo de reflexión bíblica u oración. Busca algún buen consejero espiritual y, de ser necesario, a un buen profesional de la salud mental; personas que puedan escucharte, comprenderte y estimularte a salir adelante. 

Pero, por sobre todas las cosas, no te entregues a la desesperación. Con Dios, siempre hay una salida, siempre hay una solución, porque es el Ser omnipotente, que tiene mil maneras de ayudarte que ni te imaginas. Como diría Elena de White: “Guardaos de dar pasos desesperados. La noche más oscura pasará sin tan solo esperáis hasta mañana”.*



Por: Pablo M. Claverie

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